December 29, 2010

Jacinot y Su Bulto: La Cara Desconocida del Narcotrafico en Mexico

Jacinto había vendido mucha marihuana; él iba a comprarla a la montaña, se hacía tres horas para llegar allá, en un camión desvencijado, todo destartalado. Allá tenía compadres a quienes les llevaba dinero en efectivo. Los compadres lo trataban bien como a todo fuereño, lo agasajaban con unas tortillas hechas a mano, del buen maíz, del criollo como le solían llamar, con una salsa machacada en molcajete. Acompañaban el taco con un queso fresco que la comadre había conseguido con una vecina cuyas vaquitas le daban 6 litros de leche diarios, y su café de olla, bien cargado. Muchas familias sembraban maíz, fríjol, calabaza, tenían matas de chile y jitomate, y ya más allá, dentro de la maleza, había que caminar una hora a lomo de caballo, la montaña se podía tragar a uno si se atrevía a ir sin rumbo fijo. Allá sembraban, y vigilaban desde una cueva que había que alcanzar subiendo por la ladera, por un sendero escondido por  la maleza que crece día con día. Era del tamaño de tres canchas de fútbol, todo lleno de matas más altas que yo. Ahí estaba el tesoro “maldito”, estigmatizado por los medios, esperando salir a conocer el mundo…producir era barato, no necesitaba tanto trabajo como el maíz, ni fertilizantes, ni pesticidas, ni semilla disque mejorada ni tanta agua como el arroz. Y se cambiaba por un poco de dinero en efectivo, quizá para que el hijo pagara al coyote el viaje al norte, o a lo mejor se usaba para hacerle la boda al hijo mayor. Su tierra es la montaña, son ejidatarios o comuneros, para el caso es lo mismo: trabajan la tierra para mantenerse ellos mismos, porque el maíz no sale a la venta, lo pagan muy barato los de la CONASUPO, es precio de garantía, le llama el gobierno. Para el maíz no había libre mercado porque el gobierno imponía el precio, ahora como está en manos de empresas agroindustriales, ocurre lo contrario, sube y sube y sube de precio.
Jacinto pagaba 100 pesos por kilo, nomás llevaba para cinco. Y el compadre le regalaba otro, el pilón. Al igual que otros habitantes de ahí mismo, salía de ese pueblo con su carga; llevaban guajes, gallinas, guajolotes, chapulines, cuanto cosa se podía vender en poblaciones más grandes, otros iban a la ciudad a alquilarse en la construcción, y Jacinto llevaba la suya, entre otros bultos, bien envuelta en plástico untado de chile para inhibir el olor fortísimo de la resina de la flor
Y Jacinto era albañil, su compañera era su cómplice, la ama de casa que supervisa que los niños vayan a la escuela bien comidos y bien bañaditos. Los norteños le han pedido que trabaje para ellos; él les jura y perjura que ya no vende, pero le queda la pregunta: ¿cómo saben que es distribuidor si ante todos es albañil?, ¿la federal  les pasará la lista? Si lo descubren que todavía abastece a profesionistas, diputados, pequeños comerciantes, estudiantes universitarios y otros albañiles, no vivirá para contarlo. Lo tiene muy claro, los chacales de la mafia se agasajarían con su cuerpo y su familia enterraría sólo despojos de él.


DRP

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