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January 30, 2011
January 05, 2011
LA COMIDA DEL MAÑANA SI NO CAMBIAMOS EL RUMBO
La
cena es en casa de unos amigos, un tanto lejos, en las afueras de un
pueblo todavía poblado, eso sí, más lejos de la ciudad; unos le llaman
ranchito pero es una casa de no más de 60 metros cuadrados de
construcción; pues, sus paredes, una, la que da a la entrada es de unas
hojas de lámina, y la U está hecha de un adobe que por lo que se ve, ya
está desgastado por los fuertes vientos y el trasncursos del tiempo,
pero trincados a los castillos con rebabas cuyas varillas sobresalen
sobre la techumbre de asbesto que se amarra a cintas y morillos. Los
compartimientos familiares se forman con el ropero y una colorida pero
raída cortina, la estufa de gas y pretil figuraban la cocina, con una
mesa de aluminio e imitación de madera al lado, hecha de formaica,
cubierta de un tapiz ya desgarrado. Los anillos de alambrón sujetan las
láminas de los vientos de febrero o marzo cuyos orificios permiten
entrar rayos de sol fortuitamente, que languidecen al paso del día.
También ayudan a llevar el tiempo entre esas pesadas paredes. A la
consola de discos LP le falta la aguja que hay que buscarla como en un
pajar. Una TV de bulbos que hay que golpear para que agarre el canal de
las estrellas, el de la familia mexicana. Una construcción rodeada de un
terreno para criar animalitos y sembrar unas cuantas milpas, con su
respectivo frijol, jitomate y nunca faltan unas cuantas guías de
calabaza. Un trío sagrado o ¿será cuadratura? O quíntupla porque el
chile nunca falta. Algo así como una granja, de unos mil metros
cuadrados, con una letrina en la esquina alejada de la casa, pero
cercana a la barranca. Todo rodeado de animales domesticados y se agrega
uno que otro de la fauna silvestre. La familia se puede categorizar
dentro de los censos en el rango de la autosuficiencia, algo así pero
sin excedentes mejor dicho con carencias, porque a veces les falta
dinero en efectivo para adquirir la nueva tecnología. No tienen cabezas
de ganado, sólo una. No tienen caballerizas porque su raquítico caballo
no lo requiere. Tampoco exportan ganado porcino porque de la pareja de
marranos que alimentaban con maíz y despojos de comida que les sobraban,
a la hembra la mataron para hacerle la fiesta de graduación de la
primaria a su hijo. Ahora su hijo andará en sus 20. Con el marrano sacó
para los uniformes de la secundaria, y luego que le pedían para
deportes, que para música, que para taller, en fin, se le fueron los
billetes como el agua de las manos, porque ya Coca Cola puso al mercado
la suya, es decir, la que era de ellos, la de los pobladores, pues. Eso
sí, gallinas, pollos, guajolotes y perros; de ganado caprino sólo una
pareja de chivos, como en el arca son los habitantes del ranchito, o de
la granja, como le quiera uno llamar, todos ellos pastan y cacaraquean
en el ahora vertedero pestilente que pasa al lado de su tierra. Los
alacranes son parte de la cadena alimenticia pero sufren los pisotones, y
no de las botas de los caciques sino de los huarachudos pobladores
comunes y corrientes, hay veces que hasta de los mismos caciques
agricultores políticos; también conviven con los tlacuaches, los
alacranes, no los agricultores políticos, que sienten lo que un
granadero represor siente, porque le llueven las piedras de tecorral y
vía resorteras. Por una lado, las ardillas sienten la “cacería de
brujas” pero de los niños no de los de Seguridad Nacional, y no es un
alivio. Al igual, las ranas son perseguidas cual activista de la APPO en
Oaxaca pero no para que canten
sino para que hagan cantar a los vecinos cuando de emborracharse se
trata. Es que se las comen cuando se reúnen los hombres. Los conejos y
las iguanas siguen resistiendo, al igual que las zorras ante la
caballería de Inglaterra, los embates de los perros, que aunque los de
aquí son subdesarrollados, los perros no los de caballería de Oaxaca,
muerden y no hay quien pague las curaciones; es decir, son perros
esqueléticos, éstos, los de la comunidad, no como los que van a buscar a
los que simpatizan con la APPO; sin embargo, éstos tienen la suficiente
garra para hacer sacar la lengua al mejor corredor de los conejos. Al
mismo tiempo, los peces han pasado a ser pieza de museo, son como los
activistas de izquierda en la ciudad y desde abajo, muy escasos. Abundan
los insectos en las orillas del ahora viscoso manojo de agua que se
escurre desde las montañas y cruza la región, son tantos, los mosquitos y
zancudos, como agentes federales en Oaxaca y Chiapas; pero el agua
corría; ahora, a lo largo de las barrancas, sólo se arrastra, ya no como
corriente viril sino como mensos remansos, con hedores y ausencia de
flores, donde vejez y decrepites de un sistema de vida ya agotado se
reflejan en sus oscuras aguas de tal manera que parecen sinónimos. Ya
pasaron a mejor vida dos ahuehuetes, dos cancerberos centenarios de la
otrora hermosa corriente, dos células perdidas como líderes asesinados
por las fuerzas del Estado. Las aguas siguen regando las huertas de
mango pero los frutos ni las frutas llegan al mercado, tampoco los niños
se las roban ahora porque se pudren antes de madurar. Los pepinos son
importados en estos tiempos, en contraste, se exportan a los
descendientes de los otrora productores. La lechuga se llevaba a la
Merced, ahora se trae de allá y compite junto con la venta de “mota” y
“coca”; los “primos” hacen sentir mejor a uno, mejor dicho, no hacen
sentir nada y ayuda a ver pasar la desgracia con indiferencia. Pero
todavía hay rábanos, mas no en los campos irrigados, sino en el gobierno
municipal. Se dicen de izquierda pero no dicen de quién. Los rubicundos
jitomates ahora son genéticamente bien cultivados pero no aquí, se
compran en Sam´s o Wall Mart, o La Comer, muestras de la mayor
penetración, nada sexual, bueno, esto que lo digan las mujeres, sino
cultural y económica de hombres de éxito, los hombres del mañana. Sólo
los hongos de cazahuate, se niegan a desaparecer, resisten las
embestidas de la construcción; la urbanización crece como una
enredadera, por debajo de los escombros de la ciudad que atrae y expulsa
a sus sombras, para extenderse a sus orillas; sus tentáculos se
estiran, y no es un pulpo salido de la mente enfermiza de un soldado
conquistador de la reina Isabel, sino algunas compañías transanacionales
surgidas de la desfachatez de los hombres del mañana. Maseca-Minsa,
Cemex, Tel Mex y Cervezas Modelo entre otras siguen su curso ascendente a
niveles insospechados en la bolsa de valores de Nueva Crook. Los campos
cultivables hace unos años, las lomas llenas en otros tiempos de
productos silvestres, las barrancas que ayudan a romper los vientos que
bajan del Ajusco y los lugares inhóspitos se tornan asentamientos
semihumanos adonde van a parar l@s nuevo@ obrer@s y emplead@s por no
tener cabida en la cada vez más grande mancha urbana. Porque es una
mancha que se escurre de abajo hacia arriba, trepa y sube, de lugares
planos a escarpados en donde a los pobres les toca y mucho. Digan lo que
digan, desde las peñas, la vista es envidiable hacia el horizonte,
donde el cielo se junta con las miles de puntas de varillas que destacan
de las azoteas, para cuando el hijo crezca, porque la hija se la lleva
el fulano, o sea, se va con él.
Sólo quedan algunas yerbas medicinales que todavía se pueden recoger, ya no tanto en las lomas ni en las barrancas, sino en los propios terrenos. La sábila se usa para los golpes o clavos clavados en los pies, pero no por ser enemigo del imperio romano sino por trabajar en la construcción sin las botas adecuadas; o como jabón en el temascal, también para un jugo con naranja y apio, se licua y ya está; o si no, un nopal comestible, bien asadito, o hervido para ensalada; otras cactáceas dan tunas. Sin olvidar la Manzanilla para un té, no Manzanillo por donde entra el té chino y otra fayuca más. Todavía se puede encontrar árnica para quitar los moretones y no Guernica que cause moretones. Ojo de tigre, pegahueso, tapaculo, anís y escobas para barrer pero no a l@s estudiantes de la UABJO sino a la basura sintética que en muchas casas se trata de quemar, como si fuera orgánica. Muy pronto l@s legisladores mexican@s amenazan con concederles más propiedad genética a MONSANTO y sus hermanas, les dicen en la juerga financiera. Ya lo hicieron con el maíz, con el trigo, el algodón, con cierto frijol, con… Y la cena se hizo con insumos e ingredientes de todo, ya no se sabe bien si es apropiado decir: "buen provecho" porque con tanta comida chatarra...¡qué provechosa va a ser!
Sólo quedan algunas yerbas medicinales que todavía se pueden recoger, ya no tanto en las lomas ni en las barrancas, sino en los propios terrenos. La sábila se usa para los golpes o clavos clavados en los pies, pero no por ser enemigo del imperio romano sino por trabajar en la construcción sin las botas adecuadas; o como jabón en el temascal, también para un jugo con naranja y apio, se licua y ya está; o si no, un nopal comestible, bien asadito, o hervido para ensalada; otras cactáceas dan tunas. Sin olvidar la Manzanilla para un té, no Manzanillo por donde entra el té chino y otra fayuca más. Todavía se puede encontrar árnica para quitar los moretones y no Guernica que cause moretones. Ojo de tigre, pegahueso, tapaculo, anís y escobas para barrer pero no a l@s estudiantes de la UABJO sino a la basura sintética que en muchas casas se trata de quemar, como si fuera orgánica. Muy pronto l@s legisladores mexican@s amenazan con concederles más propiedad genética a MONSANTO y sus hermanas, les dicen en la juerga financiera. Ya lo hicieron con el maíz, con el trigo, el algodón, con cierto frijol, con… Y la cena se hizo con insumos e ingredientes de todo, ya no se sabe bien si es apropiado decir: "buen provecho" porque con tanta comida chatarra...¡qué provechosa va a ser!
ME VOY PA´L NORTE
Siempre había sido así, mi abuelito, mi ´apá, mis tíos habían Jalado pa´l norte solos. Mi abuelito me cuenta que se fue con un compadre que sabía la movida, ya había andado de bracero en los 40. Era como una cadenita, el viaje estaba seguro, nomás era onda de que uno creciera y…¡orale! ¡Al jale! Yo así me fui, con mi primo y no ´bía que darle na´íta, hasta te pagaban los gastos de ida; claro, ya luego había que pagar la droga de trescientos dólares, pero hasta después de sacar el primer cheque. Agarré
el autobús de primera en Cuernavaca hasta Taxqueña en México. De ahí en
el metro hasta la estación del Norte, ya hasta el nombrecito de la
estación me sonaba, era el umbral del Norte. Ahí había muchos camiones,
era una estación inmensa, ahí mismo estaba la del tren. Pues, el tren
era el mismísimo que habían usado las tropas villistas para tomar la
ciudad de México, así que para remontarnos en la historia 70 años, nos la jugamos
y compramos boletos para el tren. Empezamos nuestro viaje de día,
serían las 5 de la tarde, caminando entre diversas mercancías agrícolas,
pulque y animales hasta alcanzar un duro asiento. Ya pardeando íbamos dejando la ciudad, los barrios a la orilla del tren se iban quedando con sus paredes pintadas de grafiti del RIP, todas descarapeladas,
con otras manifestaciones encima; en una de esas a duras penas se veía
la suástica nazi, luego el signo de la división aritmética para terminar
con P2.
El tren iba aumentando la velocidad a medida que cruzaba esas calles
polvorientas, donde camionetas destartaladas, coches sin placas,
camiones desvencijados esperaban con paciencia el paso del tren.
Mientras hacía sonar su trompeta ensordecedora niños parloteaban a lo
largo de las vías saludando el estrepitoso ruido que producía esa ya
vetusta máquina del tiempo, muestra pionera de la modernidad europea en
el siglo XIX. Ese mismo tren que le sirvió a Porfirio Díaz para
intensificar el enriquecimiento de su élite y el dominio de extranjeros
en el país, cavó su tumba; las tropas villistas se montaron en él para
derrocarlo. A nosotros nos estaba sirviendo para llegar a la línea.
Entre señoras de faldas largas, con retazos como mandiles, vistiendo
blusas desteñidas por el sol quemante y raídas por el uso constante, con
jirones de tirantes, muchas de ellas riendo sin disimulos o gritando su
mercancía a la venta, mostrando con desparpajo huecos en su dentadura,
la locomotora aullaba dejando a su paso una emanación que se mezclaba
con el humo de las chozas que cada vez eran menos. De momentos, algunos
vendedores, con empellones o escurriéndose lograban ingresar a sus
lerdos carros, otros sólo veían el pasar de la modernidad asiéndose de
sus viejos asideros, sobre el estribo de hierro forjado; los más ágiles
se trepaban en sus ventanillas ofreciendo sus cachivaches, itacates,
trebejos, enseres o cacharros. Ya había cruzado repúblicas, guerras
civiles, intervenciones extranjeras, un remedo de imperio y una larga
dictadura. Había transportado a los criollos que se quedaron con el
país, había cargado a los liberales de Juárez, a la casta divina de los
científicos, luego a los revolucionarios. De ahí saltó a la otra etapa
de la modernidad ayudando a transportar insumos, materias primas,
mercancías terminadas, víveres, animales y líquidos que servirían al
sostén del gran salto mexicano: la burguesía de Guadalajara, la del DF,
la de Monterrey eran los grandes beneficiarios. Nunca hicieron caso del
viejo vetusto, lo exprimieron, lo estrujaron, lo cargaron, lo
maltrataron pero nunca le dieron nueva vida. ¡Qué ironía!, fue
construido por inversionistas extranjeros y termina en manos de la
Kansas City Southern. Ahora
seguía cargando a los empobrecidos, a los miserables, a los bizcos de
estrabismo corregible, a los deshilachados, a los de pantalones
parchados, descosidos, a los casi vestidos con piltrafas, a los
malolientes, desdentados, prietos, morenos, lampiños, desaliñados,
lacios despeinados porque costaba más barato que el autobús. Era el
mundo de ejidatarios o comuneros, entre un castellano con acento de
idiomas regionales, o daba lo mismo un campesino sin tierra y sin
alfabeto, que los peones, los encasillados o menonitas. Su última carga
valiosa era los que iban pa´l norte, los mojados; los centroamericanos agarraban
camino en él también. 15 horas más tarde llegamos al norte, a
Monterrey, desde donde había que tomar un autobús para una ciudad
fronteriza mal llamada Nuevo Laredo, del otro lado de la línea se llama Larerou, Tecsas.
Rodeamos la ciudad en un Taxi, le pedimos que nos dejara lo más lejos que se pudiera de los ojos humanos; ahí empezaba nuestra caminata, dos noches caminando entre matorrales, en senderos agrestes; veíamos sombras que se movían agazapadas de montículos, de despeñaderos que burlábamos. Nos imaginábamos figuras caprichosas que se formaban con las sombras de objetos inanimados; ya exánimes y sin bañarnos, con nuestros harapos a cuestas parecíamos ánimas en pena; de día nos podían ubicar, los binoculares estaban al acecho pero nos enterrábamos para dormir. En la tercera noche se atisbaron lucecitas lánguidas entre lomas y cerros; luces que parpadeaban trayendo sospechas, adivinando casas, trabajo, vida. Ya en la carretera, llamamos a nuestro enlace. El periplo de un labriego hacia el Norte era un penar, era una aventura de un cuento del realismo mágico, era duro pero muy seguro; ahora los chacales de la mafia quieren controlar todo paso, todo pase, todo lo que pasa. La mafia hurga los intrincados métodos de cruce y elude el cerco que la supervigilancia del gobierno estadunidense ha impuesto a lo largo de la frontera. Para eludir los tres muros, los helicópteros, las patrullas fronterizas, los vehículos todo terreno, cámaras con luz infrarroja y perros, los migrantes ya no pueden recurrir a los mentados coyotes. Ahora la ficción se queda corta para lo que hacen a los que se atreven a cruzar sin la anuencia de la mafia y su respectivo cobro, ya no de trescientos sino de seis mil dólares por persona. ¡Es lo menos!
Rodeamos la ciudad en un Taxi, le pedimos que nos dejara lo más lejos que se pudiera de los ojos humanos; ahí empezaba nuestra caminata, dos noches caminando entre matorrales, en senderos agrestes; veíamos sombras que se movían agazapadas de montículos, de despeñaderos que burlábamos. Nos imaginábamos figuras caprichosas que se formaban con las sombras de objetos inanimados; ya exánimes y sin bañarnos, con nuestros harapos a cuestas parecíamos ánimas en pena; de día nos podían ubicar, los binoculares estaban al acecho pero nos enterrábamos para dormir. En la tercera noche se atisbaron lucecitas lánguidas entre lomas y cerros; luces que parpadeaban trayendo sospechas, adivinando casas, trabajo, vida. Ya en la carretera, llamamos a nuestro enlace. El periplo de un labriego hacia el Norte era un penar, era una aventura de un cuento del realismo mágico, era duro pero muy seguro; ahora los chacales de la mafia quieren controlar todo paso, todo pase, todo lo que pasa. La mafia hurga los intrincados métodos de cruce y elude el cerco que la supervigilancia del gobierno estadunidense ha impuesto a lo largo de la frontera. Para eludir los tres muros, los helicópteros, las patrullas fronterizas, los vehículos todo terreno, cámaras con luz infrarroja y perros, los migrantes ya no pueden recurrir a los mentados coyotes. Ahora la ficción se queda corta para lo que hacen a los que se atreven a cruzar sin la anuencia de la mafia y su respectivo cobro, ya no de trescientos sino de seis mil dólares por persona. ¡Es lo menos!
David R. Porcayo
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